Hay una izquierda en este país que no imita José Mota ni hace cameos en los programas del mismo humorista. Hay una izquierda en este país a la que no entrevista Bertín Osborne ni aparece en Twitter cagándose en los padres y en las madres de toreros que han muerto en la plaza o en mujeres que han sido corresponsales en El Vaticano.
Hay una izquierda en este país que no vende libros en el FNAC sobre cómo ser de izquierdas y lo que mola. Hay una izquierda en este país que dice no serlo, que no pega voces en el Congreso, que no se olvida de la calle para recordar la cal viva o que no recorta de la Sanidad y de la Educación en su feudo autonómico para cumplir con el objetivo de déficit.
Desde hace demasiado tiempo, la televisión y el consumismo han hecho que la izquierda sea más un logo que una actitud. No es mío, es algo que Naomi Klein y Bauman llevan denunciando antes de que a mí se me cayeran los dientes de leche.
Hay una izquierda en este país que trabaja en los colegios y en los institutos públicos, haciendo lo que puede en las aulas con más de treinta alumnos por clase. Hay una izquierda que sube la persiana todos los días y hace todas las horas del mundo para llegar a fin de mes. Que paga lo que no está escrito en impuestos y en impuestos sobre los impuestos. Kafkiano.
Hay una izquierda en este país que reivindica y protesta desde diversos periódicos digitales, no subvencionados. Hay una izquierda en este país que sufre el estrés de las urgencias en los hospitales y que sabe cada día lo que es que un paciente se te muera en la sala de operaciones. Hay una izquierda en este país formada por voluntarios (algunos van a misa y todo) que se dejan la piel en ONGs como ACNUR o Médicos sin fronteras, y de los que nadie sabe nada porque no son estrellas del rock and roll.
Dicen que hay una izquierda en este país que domina Twitter, Facebook y las teles, y Youtube, y el FNAC, pero esa izquierda tiene un encanto a derecha que otros muchos no tienen el lujo de permitirse, porque la vida los aplasta y deben luchar en silencio, sin carnet de partido, sin saber que son de izquierda, aunque algunos crean en Dios o no crean en nada. Ser de izquierdas no es ser estrella del rock and roll, ser de izquierdas es ser quizá uno más, y no salir tanto en la tele para que me imiten y me ofrezcan ser portada del Vanity Fair.
Ya somos mayores.
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