martes, 16 de mayo de 2017

La ventana de Kenny es un libro para niños que reflexiona sobre la creatividad

Me gusta Sendak porque juega siempre en esa doble dimensión que tiene la buena escritura y que no es otra que la duplicidad de lo oficial y lo maldito.

Obras como "La ventana de Kenny", publicada por Kalandraka, es un libro que podemos leer como si se tratara de un cuento tradicional en el que un niño sueña con acontecimientos fantásticos y seres extraños, a los que interroga y de los que aprende toda clase de contenidos morales relacionados con la libertad o la generosidad, no exentos de un equilibrado lirismo.
Desde este punto de vista, la obra no se aleja de lo que puede ser una short story cultivada por cualquier escritor romántico. Sin embargo, la modernidad de Sendak radica precisamente en que sus fábulas transcienden esa lectura inicial para acabar convirtiéndose en una clase de reflexión sobre la propia creatividad del artista. Sucede así con esta obra, "La ventana de Kenny", donde un niño es capaz de soñar con aquellos objetos y animales que forman parte de su mundo propio y con los que conversa para descubrir simbólicamente lo que es el hecho de crecer.
Detrás de ese diálogo con su oso de peluche o con el soldado de plomo, subyace una visión de la realidad que es ajena a la racionalidad y a la lógica que nos otorgan nuestras leyes y costumbres.
La libertad, el viaje, la fuga y la necesidad de la amistad son motivos de creación de espacios únicos e intransferibles. En esa acción sentimos que nosotros somos Kenny y que, de alguna misteriosa forma, recordamos que el mundo también fue para nosotros un acontecimiento inédito y extraordinario.
Las palabras de Sendak refieren esa necesidad de crear para no caer en la monótona existencia, como si, en el desamparo y en la soledad del personaje, hubiese algo de dichoso y de mágico, una forma de inventar otras realidades y con eso basta para ser un poco más feliz.
"Estaba nevando y Kenny miraba cómo los grandes copos se derretían contra su ventana y descendían por el cristal convertidos en gotas tristes y alargadas. "Mi ventana está llorando", pensó Kenny. Ladeó la cabeza y miró al cielo. "Es curioso que si miro allá arriba la nieve parece sucia, y si miro aquí abajo, parece limpia."
- ¿Por qué hará eso? - preguntó en voz alta, pero no le contestó nadie". 



                                            La ventana de Kenny, de Maurice Sendak. / Kalandraka


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