Como si se tratara de una greguería ya en la descripción de su título, el poemario de Antonio Rubio, publicado por Kalandraka, Las alas del avecedario, es un juego continuo con el lenguaje y sus significados.
Diferentes pájaros exóticos recrean una clase de paraíso artificial donde las ilustraciones de Rebeca Luciani enfatizan, desde técnicas mixtas, el color y la viveza de unas aves que recuerdan a las ilustraciones de los viejos álbumes y enciclopedias decimonónicos.
El poemario, publicado por Faktoría K, de Kalandraka, tiene dos propiedades que destacaría; la necesidad del paraíso exótico como un lugar para desaparecer y los juegos de lenguaje. En el primer caso, la selección de aves en función de su inicial es lo que da pie a una ensoñación donde el colorismo más eufórico parece crear un mundo onírico dirigido a los niños, quienes parecen desenvolverse mejor en estas lides que los adultos: "El dodo es un pájaro algo bobo, que no sabía volar, aunque primo hermano fuera de la plumada paloma mensajera" (pág. 10).
En segundo lugar, hay una intención por parte de Antonio Rubio de buscar en las bases del surrealismo y las vanguardias ese microcosmos que forma la propia concepción del lenguaje desde el divertimento. Rimas fáciles y otras no tan fáciles, inspiradas en la musicalidad y en la repetición, contribuyen a esa estructura de cancionero que presenta el libro: "Tortolica del amor, ave mística afamada, esposa en el Cancionero y en vuelo fatigada" (pág. 37).
Como si se tratara de un bestiario, Rubio nos descubre leyendas acerca del origen de estos pájaros que se mezclan con una visión plástica de los mismos, pues son el exotismo y las palabras los que crean estos pequeños marcos geográficos y legendarios de cada una de estas aves: "Si lo escuchas al cantor y te prendas de su silbo, te obsequiará con un trino y otro trino y otro trino" (pág. 35).
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