Leo en algunas páginas que Katy Perry se ha transformado, al menos en el exterior, como si fuese un Pokemon, digo yo. Katy Perry se ha cortado el pelo y, en las redes, detractores y fieles han montado la de María Santísima. Ni el Concilio de Nicea. Porque el debate sobre el corte de pelo de la Perry es algo así como discutir sobre el sexo de los ángeles. Y hay demasiada gente aburrida. Hay demasiada gente que, como yo, se dedica a hacer el chorra mientras el mundo se enfrenta a una nueva recesión económica y a una nueva Guerra Fría, pero el capitalismo puede con todo.
No me extrañaría nada ver en algún nuevo vídeo de la Perry a Putin y a Trump, porque, Dios, a veces, cuando uno revisa los acontecimientos que están sucediendo en este diablo mundo, uno tiene la sensación de estar dentro de una partida del GTA o en un episodio de Friends.
Que Katy Perry se haya depilado la cabeza no tiene nada de interesante, pero es eso lo que atrae. Lo banal mueve el mundo, lo insustancial genera el debate y la polémica, y enciende los foros, y bloquea los likes y los dislikes. Porque estamos ante un nuevo milenarismo. La diferencia es que el Apocalipsis ya se produjo cuando cambiaron los planes educativos y alguien inventó una cosa que se llama Gran Hermano. A mí la Perry me gusta de todas las maneras, aunque su último disco está lejos de lo que yo esperaba de la nueva Madonna.
A todo esto, ¿qué opinará Puigdemont del nuevo corte de pelo de mi Katy?
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