sábado, 21 de marzo de 2015

Si Cervantes levantara la cabeza

qué jaleo de huesos ni qué niño muerto


Cervantes.

   Hay una España que alaba las reliquias, una España negra que le gusta mucho desenterrar cadáveres de narradores y de poetas, sobre todo si son del 27, una España que espera mucho del brazo milagrero de Santa Teresa que el dictador Franco tenía en la mesilla de noche.

  Las supersticiones en este país se convierten en literatura y la literatura en superstición. Que encuentren los huesos de Cervantes me la trae al pairo y lo peor es que, por primera vez, en mucho tiempo los telediarios nombran el Siglo de Oro, y lo hacen como una deriva de Cuarto Milenio. Porque España necesita creer en los milagros, en los fetichismos y en esas minucias que, como el prepucio de Cristo, arrastraron a miles de mujeres y niños a Las Cruzadas.

  Qué lujo de país este en el que las librerías se extinguen, pero nos ocupamos de desenterrar a Cervantes. Porque este país es tan adicto a las tumbas como a las tragaperras, porque en las tumbas hay mucho morbo, mucho crimen, mucho CSI y mucho programa de Jiménez del Oso.

   A lo mejor beatifican a Cervantes y lo exponen en una urna junto al brazo incorrupto de Santa Teresa y el paño de la Verónica. No sé, pero aprovecho ahora para comentar que Cervantes no fue solo el autor de El Quijote, que fue el Montoro del Barroco y que fracasó en el teatro. Que tiene, sin embargo, unas novelas cortas, llamadas ejemplares, de una mordacidad estupenda, y que escribió una narración bizantina, mejor que la del Ingenioso Hidalgo, llamada Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Exquisita, llena de lirismo y con un virtuosismo retórico superior a la de Don Quijote.

   Lo peor, sin embargo, está por venir. Prepárate para las novelas que se van a publicar con el temita de los huesos y sus misterios. Lo de Dan Brown va a ser una risa al lado de esto.

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