sábado, 21 de marzo de 2015

La frivolización de la cultura contribuye cada vez más al cierre de librerías

Mi artículo en Mundiario sobre debacle en el que se está convirtiendo la venta de libros.

Cita de Vargas Llosa, autor de La Casa Verde.

   En un artículo anterior señalaba posibles causas de la disminución de lectores que, en muchos casos, nada tiene que ver con la aparición de las nuevas tecnologías. Quisiera añadir otros matices contextuales que participan de esta debacle en el que se está convirtiendo la venta de libros.

   La inmediatez y la hiperestimulación de Twitter, Facebook y los grupos de WhatsApp han acabado con los tiempos muertos en los que se leían libros de bolsillo. Personalmente, he leído muchas novelas y libros de poesía en autobuses y trenes durante trayectos que no superaban la media hora. Al igual que yo, lo hacían cientos de estudiantes y trabajadores a primera hora de la mañana. Esa tipología de lector ya ha desaparecido. El dispositivo móvil ha sustituido al libro de bolsillo en esos periodos de tiempo y, por tanto, ha desaparecido un lector pendiente continuamente de novedades y revisiones de clásicos que devoraba libros continuamente.

  Se añade que, ante esta situación, la profesionalización de escritores, agentes, representantes y asesores de marketing ha contaminado involuntariamente la naturaleza azarosa, caótica, trágica y desesperada que tiene el acto de creación en sí. La marginalidad del escritor y su testimonio de exclusión social ya no existe tras la mercantilización del producto y, si existe, es para convertirse también en objeto de consumo. Lo que se produce por tanto es una inversión de roles donde el escritor trabaja para un lector modelo que consume a través de la publicidad y de la promoción. No es el lector el que se interesa por descubrir textos profanos e innovadores yendo a librerías o bibliotecas. 

   Al mismo tiempo, vivimos una época donde la neotelevisión, una televisión focalizada en el reality, ha devaluado la importancia de la cultura como un factor determinante en el prestigio social y formativo del individuo. Películas a un euro en suplementos periodísticos como reclamo de venta o libros por entregas a precios ridículos en tantos y tantos diarios han logrado que la creación se advierta como un trabajo insignificante, rápido y efectista, que carece de valor de esfuerzo y trascendencia.

   Estos hechos están ubicados además en un escenario político y social lleno de patetismo porque se infravalora la formación intelectual como garantía de éxito profesional y social. Porque los condicionantes que promueve la neotelevisión son otros y las editoriales se están acomodando a formatos televisivos con la mejor de las intenciones seguramente, pero cabe preguntarse si ésa es la literatura con la que crecimos muchos: Vargas Llosa, Dostoievsky, Conrad, Lessing, Rosalía de Castro, Panero, Poe.

   Malos tiempos para la lírica donde la lectura en el sistema educativo se está convirtiendo en una prueba de fuego para alumnos y profesores, más que de descubrimiento y de disfrute, porque los informes PISA presionan. Porque todo el mundo, intentando buscar soluciones, lo está jodiendo todo mucho más. Veremos qué pasa. Pero los que escribimos andamos muy desanimados.

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