Los perros me trajeron el cuerpo y las muñecas seguían sangrándome. Qué podía hacer ante el nuevo tribunal, ante los ojos invisibles de los muertos que salían de los cuartos de baño como reflejos de una mujer sedienta de belleza. No quise traerte más mala suerte, pero los perros ladraron y el cuerpo cayó al suelo. Le robé la chistera. Las aspiradoras enfurecieron y arrasaron con él y con todo, mientras yo veía Sálvame y me desangraba.
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