Fotografía de Monica Lopacka. |
Si salimos de esta, te llevaré de la mano hasta el banco en el que nos besamos por primera vez. Delante de nuestro parque construyeron un centro comercial donde los adolescentes compran camisetas ceñidas y los días no vividos. Que no deje de sonar esa canción de Love of lesbian mientras nos besamos. Nadie desertará porque juro que alguna vez volveremos hasta allí, donde solíamos gritar.
Los besos ya no son el incendio de antes. Otro mayor, cuando nos miramos y adivinamos que, dentro de unos años, ya no estaremos juntos y aún así todo nos parece hermoso. Porque el fracaso también es el mayor de los respetos. Las plantas crecen en el aire y el pisamos el cielo si nuestras manos juegan a tocarse sin querer hacerlo. Las aguas que me llevaron hasta tu boca es el verso fácil de esos tweets que nos mandábamos. Qué nos queda por vivir: una novela de Murakami, la invención de otro juego, una adicción tan fuerte como la vida que desespera ante la enfermedad, la anestesia tras hacer el amor en el motel de una película que todavía no hemos visto.
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