El asesino se muestra. La hoja perfila el vacío. Hay forma. El cuerpo de ella se agita tras la luz. El vórtice no apareció en la espesura. Hay un tiempo de descanso. La quietud son sus ojos, los de ella, los del asesino que se evade, que desaparece después de la hoja, después del reguero. Esta ciudad no está hecha para tan buena gente. Las arañas son capaces de trepar por los cristales.
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