domingo, 2 de marzo de 2014

Cárceles imaginarias, de Luis Leante

Cuando querer es recordar


  En Cárceles imaginarias, de Luis Leante (Madrid, Alfaguara, 2012), es evidente una mayor madurez técnica y expresiva a diferencia de sus anteriores obras como Luna roja o Mira si yo te querré, si bien permite al lector seguir con fruición la complejidad narrativa de una novela inspirada en la obsesión del viaje como proceso de revelación de la identidad. 

  El manejo compensado de los tiempos y las voces narrativas -desde diversas épocas y edades- es otro de los tópicos recurrentes que en Cárceles imaginarias añade, sin embargo, una depuración formal a la descripción de ambientes y de acciones con el fin de dotar, a la estructura, de un mayor dinamismo y de una secuenciación eminentemente cinematográfica; de hecho, el significado de las historias secundarias confluye sin digresiones en una trama histórica basada en la biografía ficcionada de uno de los actores principales de la narración, Ezequiel Deulofeu. 

  A partir del recurso cautivador del manuscrito encontrado, Leante propone una novela de aventuras que, con el paso de las páginas, va desembocando en una novela psicológica, de introspección, donde la carnadura de los personajes, más allá de su lucha por la supervivencia en un mundo adverso y en declive, refleja la asunción de una condena: el devenir parece superar las decisiones políticas y morales de cada uno de nosotros. 

  En nuestro presente, el bedel Matías Ferré se ve abocado accidentalmente a indagar sobre los documentos que su mujer Victoria, antes de su muerte, ha ido recopilando para publicar un estudio histórico sobre los anarquistas catalanes que se habían exiliado a Filipinas a finales del siglo XIX. Con todo, es ese escenario finisecular de represión e incertidumbres políticas el que nos instruye sobre unos personajes convulsos, instigadores, inconformistas ante un régimen oligárquico, que evolucionan al compás de las averiguaciones del propio Matías Ferré en la actualidad. Los documentos históricos sobre los que trabajó su mujer, Victoria, son el hilo de Ariadna para explicar el sentido de todas las existencias (si es que existe un solo sentido), las del pasado que han de fundirse finalmente con las del presente. 

   La novela describe, por un lado, un relato costumbrista, ambientado en un lúcido exotismo insular, en ocasiones, no menos expresionista, de la vida del anarquista Deulofeu exiliado a Filipinas, y, por otro, un relato detectivesco como marco, inspirado en las pesquisas de Ferré, cuyas claves de lectura definitivas reconciliarán su vida hastiada con la muerte de su mujer y con el estigma de un pasado que teme esclarecer según avanzamos en la lectura.

   Desde su estética formal, Leante añade unas descripciones someras para dedicar su empeño a la acción de las múltiples historias personales que rodean al profético Ezequiel, errante entre gentes envilecidas y afectado por amores imperecederos, y a un depresivo Matías Ferré, arrumbado en su rutina, cercado por recuerdos imborrables y que busca la serenidad consigo mismo al descifrar las injusticias de un pasado al que le deberá la plenitud, el sentido o los sentidos de su propia existencia a partir de ahora.

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