Eran horas de perder el tiempo. El autobús nos dejaba a las afueras. La gente corriente no nos miraba. Te probaste la peluca frente al escaparate de los juguetes rotos. Las bicicletas se quedaron en la parada gris. Los monstruos volvieron la cabeza y ya no quisiste despertar. Hoy no te tengo entre mis brazos, pero suenan las mismas canciones y, en la oscuridad, vibran los tambores.
Foto de Pati Gagarin |
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