No escuches el viento ni admires el humo gris que fluye hacia los sotos. Se han sumergido las aves y, entre los juncos, no queda rastro del niño que fuiste. Lo has perseguido y la zozobra no te ha dejado ver su sombra más allá del camino. El día acaba y los hombres avanzan hacia los médanos. El río es un desenlace de tu fracaso. Jirones de niebla demantelan tu lúcida visión.
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