domingo, 2 de marzo de 2014

La fotografía de William Eggleston

Revela el poder sobrenatural de lo cotidiano


Mi artículo en Mundiario sobre la fotografía de William Eggleston

Una obra del fotógrafo William Eggleston

   Es la aparente espontaneidad de su composición lo que caracteriza su arte. Todo parece que ha acontecido sin previo aviso. Lo cotidiano en la fotografía de William Eggleston es lo universal, un horizonte mínimo, esa franja de neblina que oculta al Todo y su devastación. Los objetos, los detalles, las casualidades inciden en un mundo vibrátil, azaroso, con una armonía que no ha sido impuesta ni adecentada. Permanecen las cosas y nada ha sido extraviado o perjudicado por la presencia del hombre.

   Son los rastros de lo humano, los materiales desechados, los metales, la intensidad de los colores artificiales sobre las texturas de la materia lo que en Eggleston sobrevive. Nada queda fuera de sus composiciones, pero tampoco está todo descifrado. Cada fotografía es un estímulo de algo que siempre se nos escapa, pero ese estímulo nos aproxima cada vez más a la eclosión de colores y aromas que nos rodea.

  Su intención no es otra que buscar retazos de una continuidad inabarcable y esos retazos describen pormenores, alusiones fugaces de un mundo complejo y lleno de espejismos. Los coches, las lámparas, los peinados, chicos que cruzan la calle, utensilios abandonados, por ejemplo, nos transmiten una profunda sensación de incertidumbre y de soledad. Sus fotografías demuestran la versatilidad del Universo para transformarse en lo concreto, en lo individual, dentro de un fluir del tiempo que ni comprendemos, ni recordamos.

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