En 2004, Espasa publica una antología de poesía alemana, traducida por José Luis Reina Palazón, donde se nos revela la evolución de una escritura inspirada en dos influencias fundamentales: el acervo religioso y una honda búsqueda de analogías entre paisaje y literatura.
Como explica el traductor en su estudio introductorio, la antología es un intenso trabajo para intentar representar la historia de un espíritu, en el sentido más hegeliano del término, una percepción estética del mundo que se eleva técnica y culturalmente: "En un trabajo largo, intenso, pero delicioso, he procurado verter a nuestra lengua esa singular e inimitable armonía y el grave pensamiento que la acompaña. El lector ha de decir si ha sido un logro". (pág. 86).
La épica y las canciones de amor que se reseñan en la Edad Media configuran ese sustrato poético de idealización del mundo en el que el amor como convención repara en la elaboración de canciones aparentemente sencillas, un corpus teórico y técnico de la eclosión renacentista en voces como serán las de Johann Klaj, Paul Gerhardt o Georg Philipp Harsdörffer. La epifanía del deseo en ese contexto bucólico, propio del clasicismo grecolatino, subyace en la formación de estos poetas que no escapan a las bases del luteranismo.
Mención aparte merece el trabajo dedicado a los poetas del siglo XX como Paul Celan, Helmut Heissenbüttel o Erich Fried. Ese carácter negacionista de la civilización como estadio de culminación del ser, la huella del holocausto y las metáforas del alba y el ocaso predominan en estos poetas fundamentales para comprender también la textura compositiva de muchos de nuestros poetas españoles. Antonio Colinas, Ángel González, Eduardo Cirlot o José Luis Zerón heredan de estos maestros alemanes esa impronta del paisaje como componente órfico y anímico que nos muestra la gravedad inexorable de un mundo que germina y se destruye.
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