jueves, 27 de noviembre de 2014

Una película de terror que pasará al olvido

Mi reseña en Mundiario sobre Hostel, dirigida por Eli Roth.


   De la mano de Tarantino, las dos cintas dirigidas por Eli Roth anunciaban una ruptura con los límites establecidos por la censura formal del cine americano. La superación del terror de Saw era el objetivo de este Hostel que tendía a ser una recreación de esas películas snuff que circulan por las redes sociales: grabaciones de asesinatos, crímenes y violaciones que, carentes de efectos especiales, se caracterizan por su enorme realismo.

   La historia, poco elaborada en el caso de los trabajos de Eli Roth en 2005 y en 2007, podría haberse subsanado con una dosis alta de tensión psicológica entre los personajes. Pero aquí no solamente falla el contenido, sino también la forma. La interpretación es poco creíble en algunos momentos y los psicópatas, apenas esbozados, nos recuerdan a demasiados clásicos. Roth podría haberle sacado mucho más partido a la ambientación y a la fotogenia de unas actrices poco conocidas, pero con un potencial interpretativo que se queda en los umbrales. El atractivo vampirismo que pulula a lo largo de los dos filmes se hunde cuando la violencia explícita aparece en esos sótanos del Averno.

  Lo claustrofóbico y la descripción de objetos para conseguir sumergir al espectador en la experiencia de la tortura son incompletas. Las acciones más violentas y escabrosas no aportan nada a otros trasuntos iconográficos que hemos visto en películas como Holocausto Caníbal o en Psicosis. De hecho, la crudeza de algunas imágenes no logra conmocionar porque no hay una previa descripción psicológica de la víctima con la que podamos empatizar. Hostel2 corrige algunos errores, pero infantiliza algunas secuencias que rompen con una concepción gótica y expresionista del género. Parece que las dos películas se contaminan de demasiados precedentes poco originales, aunque obtuvieran muchos ingresos en taquilla. Hay demasiadas coincidencias con la saga de Scream y con esas películas de los noventa dirigidas a adolescentes donde importa más el sexo y la violencia que la reflexión sobre la misma.

   La idea que inspira Hostel es perversa y no se aleja de muchas realidades culturales que desembocan en homicidios de un sadismo indescriptible, pero apenas explota ese origen social y psicótico de esos verdugos que pagan grandes sumas de dinero para hacer realidad sus fantasías más estremecedoras. Al final, tenemos una mezcla de otros referentes filmográficos que no terminan de cuajar. Así que a las películas de Hostel y Hostel2 les falta autenticidad, pues su lenguaje visual, su argumentario y sus personajes no responden a una perspectiva innovadora, ni siquiera mejoran esa tradición de la que beben sus rasgos temáticos y formales. Posiblemente, a diferencia de Los chicos del maíz o La matanza de Texas, estas obras formarán parte de ese crisol de películas de segunda que, pese a su presupuesto y a su potente marketing, serán carroña de cinéfilo.

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