"Deseamos tantas cosas aquella vez que juramos que nada ni nadie nos separaría; recuerdo la herida en mi pulgar, un surco breve por el que brotaron unas gotas de sangre, sangre que tus labios sorbieron.
Dejamos que el crepúsculo nos cegara aquella vez que juramos que nada ni nadie nos separaría. El crepúsculo era otra herida abierta en la inmensidad, en ese paisaje de broza y árboles inmóviles en el que nos refugiábamos".
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