Los animales mueren bajo los rastrojos que hemos pisado horas antes. El amanecer es turbio y el olor a cecina quemada atrae a los seres intranquilos, los que se devoran a sí mismos cuando escasean las proteínas. Los animales mueren bajo los rastrojos y tu ojo izquierda mira hacia el camino donde se trafica todavía con los caballos.
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