domingo, 4 de enero de 2015

La piratería ha conseguido que la literatura se convierta en otra frivolidad

En Mundiario mi reflexión sobre la piratería.

La piratería de libros.

   Entro a un Corte Inglés y, en la sección de libros, encuentro la saturación, la repetición de tomos, las trilogías, portadas espléndidas, de diseños talentosos y preciosistas, aforismos en las solapas de otros autores que recomiendan estos títulos nuevos que pueblan metros y metros de toda una planta, decenas de premios, carteles de descuentos, pero la gente pasa, pasa olímpicamente. En media hora no he visto a nadie comprar libros.

   La última novela de Ken Follet aún va por su segunda edición y los presentadores de televisión llenan dos expositores. Un amigo librero me comentaba hace dos semanas tomando café que el negocio está hundido y la causa no es la crisis económica solamente. No es que a él le vaya mal, le va a todos mal. La milonga de que la piratería es una forma de reivindicar la cultura está hundiendo a las librerías y a las editoriales. Los suplementos culturales citan como mejores libros del año a aquellos que, con su apellido, aún brindan oportunidades de ganar dinero a algunas editoriales, porque ya son una marca. Pero me cuentan que la última novela de Javier Marías, Así empieza lo malo, ya se podía descargar gratis a la semana siguiente de ser publicada.

   Lo peor de todo no es el hundimiento del trabajo de edición, sino que, tras la piratería, está la frivolización de la cultura. Las reflexiones literarias, los ensayos, las opiniones, la poesía, lo filosófico, la revisión histórica se están convirtiendo en una realidad infravalorada. Con la literatura aprendemos de nuestra conducta, de nuestros propios males.

   Lo peor de todo, además, es la respuesta de muchos escritores; escritores que comienzan a escribir libros demasiado sencillos, prácticos, de rápida lectura, voluminosos para justificar los veinte euracos de la compra, con buena redacción, pero cada vez más asépticos, sin riesgo, sin la conmoción que necesita este mundo para que estemos jodidamente despiertos. Lo hacen porque temen no publicar, porque piensan que el libro es recuperable aún desde el mercado. Y no es así. Los libros, como los modales, empiezan en la casa y mejoran en la escuela. Pero ese es otro debate que ahora no toca.

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