jueves, 16 de octubre de 2014

¿Por qué me gusta tanto Calle de las Tiendas Oscuras?

Mi reseña en Mundiario sobre Patrick Modiano.

Patrick Modiano.

    Su prosa tiene identidad propia. Su estilo es reconocible. Su mundo es siempre el espacio de la memoria y también el del olvido. Novelas como Calle de las Tiendas Oscuras producen ese efecto de incertidumbre que el lector necesita para permanecer absorto en una lectura donde los vericuetos de la historia y sus imprevisibles paradojas nos adentran en la búsqueda incesante de esas verdades ocultas que tan solo las manifestaciones artísticas son capaces de invocar.

   Calle de las tiendas ocuras es una novela moderna porque el lector debe involucrarse y decidir qué camino tomar dentro de la evolución de una historia enigmática donde un hombre indaga sobre sus orígenes; un hombre que no recuerda quién es. Una escritura fragmentada, concisa, que precisa del plano cinematográfico más que de la minuciosa descripción, convierte ese tono narrativo en una interactiva propuesta en que el lector debe atar los cabos de un relato al que mueve la intriga y una pregunta inicial de la que surge el desarrollo narrativo: "No soy nada. Sólo una silueta clara, aquella noche, en la terraza de un café" (pág. 9).

   La literatura de Modiano es una literatura de concisión, que recuerda al mejor Hammet y a la magistral sobriedad de Salter. Nada es azaroso en su relato. Las descripciones son escuetas, breves pincelades de espacios urbanos con la intención de que el apego a los matices de lo sombrío dominen el ánimo descorazonador de todos sus personajes: "Había dejado caer la cabeza en mi hombro y el pelo rubio me acariciaba el cuello. Llevaba un perfume con un toque especiado que me recordaba algo. Pero ¿qué?" (pág. 27). En la prosa de Modiano siempre encontraremos ese efectismo, pero con una depuración formal donde cada frase contiene un microcosmos que intuimos a traves de una sintaxis sencilla y esquemática. Porque el autor sabe que en novelas como Calle de las Tiendas Oscuras es más importante la omisión que la apariencia: "Un niño jugaba solo, tranquilamente, delante del montón de arena, en aquella tarde soleada que estaba acabando. Me senté cerca del césped y alcé la cabeza hacia el edificio, preguntándome si las ventanas de Gay Orlow no darían de este lado" (pág. 69).

   Todo parece sencillo en Modiano, pero todo es confuso para sus personajes. En Calle de las Tiendas Oscuras el deslinde entre realidad y alucinación apenas existe porque la marca de su escritura es la necesidad de que el lector descifre lo acontecido, deshilado poco a poco a lo largo de las páginas hasta que el personaje sabe quién es y esa respuesta a veces puede ser terrible. Los hombres y mujeres que aparecen son meras encarnaciones de un recuerdo, esbozos que se consumen en la noche abisal de París. Abisal por sus oscuros relieves, acentuados por la tenue luz de los interiores bulliciosos de cafeterías y moteles. Abisal por la intranquilidad de miradas que recelan, de averiguaciones que conducen a callejones cada vez más estrechos.

  Hay luminosidad en esas frases sencillas, pero también una atmósfera claustrofóbica que nos obliga a estar a la espera de una nueva acción que cambie todo en el destino de los protagonistas y, por supuesto, en el nuestro, si estamos de acuerdo con Borges, citando a Mallarmé. El mundo existe para llegar a un libro. "No podía por menos de mirar la portada de la revista. Denise parecía algo más joven que en las fotos que ya tenía (...). Al fondo de una de las habitaciones, divisaba un armario de madera oscura" (pág. 123).

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Nota: Citas extraídas de la edición de Anagrama, Colección Compactos, Barcelona, 2009.

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