miércoles, 1 de octubre de 2014

Cuando pensamos en la muerte


  Explico a mis alumnos que no era solamente el miedo lo que llevó a los Homo Sapiens a pintar en las cuevas de Chauvet, sino también la búsqueda de lo desconocido. El mismo artificio de aquellos hombres es semejante a la escritura que lucha incansablemente contra el significado. Su temor al vacío es el mismo temor a la muerte que aún hoy conservamos para sobrevivir cueste lo que cueste.

  No olvido a los que se marcharon, a diferencia del Calígula, de Camus, pero a veces el miedo a morir lo presiento como una muestra más del egoísmo. No nos da miedo que otros se vayan, sino que su ausencia defina otro tipo de vida en nosotros, un esfuerzo ingente por mudar las costumbres, porque esa ausencia se convierte en un pensamiento turbador y es inexplicable, desasosegante, que no hallemos un espacio físico donde el reencuentro no sea el recuerdo ni los esbozos de esos mismos recuerdos que se van diluyendo poco a poco.

  Lo inefable es explicar la ausencia, el origen de un sufrimiento que atribuimos a que ellos nos importan demasiado, los muertos, pero lo que nos sobrecoge es el cambio, que los procesos lleguen a su fin y nuestra cómoda existencia se convierta en un nuevo paradigma. Fogwill intenta describir la muerte en su relato "Restos diurnos" y, aunque no lo consigue, la belleza de su inspección es una forma de superar lo inefable, el mal de ausencia: "La muerte es una prolongada suspensión. Cesa todo. Siente cómo se despega del cuerpo: es una lámina invisible que se ha deshaderido y ya no envuelve, y el cuerpo, vuelto ahora un objeto, doblado sobre sí junto al cuerpo de la otra, quebrado, ensangrentado, inútil".

1 comentario:

  1. Excelente escritor. Gracias.
    Manuel es una delicia leer tus enlaces.

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