miércoles, 8 de octubre de 2014

Ningún pensamiento de muerte puede ser tan ofensivo como los propios recuerdos

  

  Que tus manos nos evoquen nuevamente en ese poema de Paul Celan. Que tus ojos reposen sobre este trazo interrumpido. Alguien ha escrito "herida" en la piel de mis muñecas. Que la letanía del río suceda a cada uno de nosotros. La voz, sola y última, perdure más allá del árbol. Ningún pensamiento de muerte ha sido tan ofensivo como ese recuerdo que evoco junto a otros enfermos. Nuestras manos atraviesan el muro blanco y los pájaros, ausentes como en otro tiempo, podrían ser esas briznas que desprenden suavemente los tilos. Paul Auster está conmigo.

  Buscamos en la nieve las huellas de los ancestros, pero todo ha concluido tras la mirada que alcanza el incendio del crepúsculo. Las aguas del río enfrían tu pecho y vivimos tras la escasez de luz. No sabemos por qué vivir en esta inalcanzable orilla. Los otros nos han mentido. Nuestros cuerpos no son hermosos y merece la pena esperar. La muerte es la arena que cubrirá nuestra boca y el hilo de claridad será suficiente para que no luchemos de nuevo.

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