No se puede pesar la niebla como tampoco
se puede describir todo cuanto es percibido, todo cuanto se imagina
tras los umbrales de la noche. La palabra es incompleta y los sueños se
olvidan al cabo de los meses. Nada puede ser reconstruido, nada puede
ser codificado en un mero signo. El incendio es más destructivo que la
invasora expansión del bosque.
El incendio y la germinación son
fenómenos admirables, en algún momento comprendidos, pero que en el
signo quedan reducidos a cenizas. El paisaje de las cenizas es
sobrecogedor y estimulante como el vacío que rodea a los poemas; lo que
queda por escribir, lo que no es asumible por el lenguaje, es más
tentador que lo visible.
Los glaciares son erosionados por
corrientes de agua caliente. Las palabras que pronunciamos son borradas
por otras que las suplantaron hace siglos. El escritor es un ciego que
ve con ojos de perro, escribió en boca de Don Chepe, Miguel Ángel
Asturias.
Aceptamos el engaño para seguir sobreviviendo en este invierno inmóvil que nos entumece cuando creamos.
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