Entro en Youtube y accedo por diversos
enlaces a unos vídeos donde unas superheroínas son torturadas con golpes
en el estómago. Pincho en otra ventana y compruebo que las
reproducciones de películas snuff se cuentan por millares. Busco otras
referencias asociadas y descubro fragmentos de telefilmes donde algunas
modelos y actrices son tiroteadas, simulando muertes convulsas, con
chorros de sangre que manchan paredes y espejos.
El debate no es, en este momento, por
qué existen dominios con esta clase de contenidos, sino qué clase de
estrategia opera en nuestro cerebro para que, finalmente, se produzcan
este tipo de vídeos, esta criba de contenidos basados en el asesinato y
en golpes hacia las mujeres, qué perversas fantasías se desarrollan en
una mente para que alguien decida montar películas de esta clase y
subirlas a la web.
Lo que me fascina es la elucubración, el
preludio, el punto de partida que conduce a su consumo febril. No sé
cuál es el siguiente paso. Seguramente no hay nada más detrás de estas
simulaciones de muerte y torturas. Seguramente un asesino no dejaría
pruebas tan evidentes de sus oscuras intenciones, de sus actuaciones
futuras, de sus traumáticos sueños que desembocan en este sangriento
masoquismo.
Quizá no haya más que una perversión
sexual, una parafilia, que encuentra placer, mucho placer, en la
contemplación del daño y la tortura. La Internet se ha convertido en ese
espacio de sublimación para dar rienda suelta a aquellos pensamientos
que nuestra moral judeocristiana reprime. Qué obtienen, además de pasta,
los actores y actrices de tercera que montan estos propios vídeos
basados exclusivamente en esta provocadora insinuación de muerte.
Me preocupan las miles de descargas y
que existan internautas que una y otra vez reproducen estos vídeos para
excitarse en sus solaces momentos de onanismo. Como si la insatisfacción
de sus vidas les llevara a buscar en esa severa simulación de la
violencia y del crimen, un espacio recóndito en que refugiarse para que
sus fantasías más atroces sean una realidad mediática compartida por
tantos y tantos seres humanos.
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