Deja que los cuerpos acaben por
desaparecer. La escritura no persigue la trama. Todo ha sido escrito
anteriormente cuando la luz fugada se abrió paso entre la fronda. Las
granadas, los rastrojos y los hollados huertos existirán después de
nosotros y, en tus manos, no habrá más asilo que la tierra. Nada de lo
que habrás escrito será eterno. Los soles se enfriarán y las galaxias
que nos acogen serán desguazadas tras su expansión.
Nuestra muerte también ha sido escrita.
Las olas son difusas y cada partícula suspendida en el haz de luz ha
pertenecido al núcleo de una estrella borrada en un tiempo
incomprensible. Los chamanes nos aguardan tras la cortina de lluvia. Han
untado nuestra frente con sangre y, ahora que somos versículos de este
mundo quebrantable, no nos queda otra elección que sumergirnos en las
aguas.
Los lodos avanzan tras las huellas del
jaguar y el cielo no es el animal inquieto que anunciaron los dioses.
Tardamos en abrir los ojos bajo la claridad y aquí, en este instante,
las palabras sugieren hasta extinguirse como las ondas en el interior de
lo vivo.
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