No quedan rastros de otros seres
fabulosos. Las palabras son un reflejo de lo que alguna vez quisimos
escribirnos la una a la otra. No hemos sido sinceras porque las palabras
son otras máscaras que han censurado nuestros sentimientos y nos han
relegado a esta enfermiza melancolía.
Es inútil el miedo cuando los cuerpos
que rozamos dejaron de ser una frontera entre la vida y los recuerdos.
No he querido que confundas la luz con los fondos barridos por las
corrientes donde los cadáveres de fosforescentes criaturas acaban por
extinguirse. Hace años que la nieve no cae masamente sobre nuestros
párpados.
Ayúdame a seguir en esta realidad, en su
turbia consistencia, bajo el tilo donde me besas con pudor. Las aguas
también envejecen y la claridad surca el joven arco de tu espalda. Deja
que mi mano acaricie la tuya y que las garzas fluyan hacia la lejanía.
Debemos re-accionar para que, por primera vez, nuestras bocas presientan
el abrazo del aire antes de fundirse.
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