La nueva obra de Manuel Rico, Un extraño viajero, IX Premio Logroño de Novela, indaga sobre la irrealidad que emana de hechos acaecidos en un pasado convulso. Lucía, que regenta un modesto hotel rural, se ve involucrada en toda una investigación acerca de la desaparición de cuerpos, rostros y nombres durante la dictadura franquista. Un extraño huésped, que proviene de algún país del Este, llega a este hotel y el vínculo afectivo con la propietaria es significativo desde el primer momento que cruzan sus miradas.
A partir de la extraña desaparición de este viajero, un cúmulo de objetos, cartas y fotografías convierten ese encuentro en una letanía de voces ausentes que buscan irrumpir en el presente para que sus sacrificios cobren un sentido histórico y literario.
Destaco en esta novela su contextualización, una distopía que, a través de la sobriedad de lenguaje, crea una atmósfera de irrealidad, amparada, sin embargo, en hechos históricos concretos. Manuel Rico no se queda en una mera apología de la memoria histórica como derecho y deber gubernamentales, su novela es un intento de rescatar literariamente a las víctimas, desde la emoción y el afecto, desde la irrealidad que crea la confusión de los casos abiertos y la incertidumbre psicológica que provoca el recuerdo de los desaparecidos.
El paisaje interior y la apuesta firme por construir el personaje de Lucía bajo una naturaleza inocente al mismo tiempo que enigmática logran que esta novela destaque por su calidad, no por su reivindicación. El autor de Un extraño viajero consigue, desde una aparente serenidad, reivindicar la deuda moral del presente con los hombres y mujeres que construyeron nuestro devenir desde un espacio tan desconocido como imprescindible, la intrahistoria.
El aura fantasmal de todos los caracteres, las carreteras vacías, los llanos, Madrid, la meseta y sus cadáveres irreconocibles, y el silencio intencionado de la propia naturaleza para procurar el sosiego de los desaparecidos son el marco descriptivo de una trama detectivesca en la que el afán periodístico reconcilia la realidad inamovible con un pasado lleno de fisuras y demasiados olvidos, un paisaje de senectud en el que los muertos regresan de vez en cuando para conversar con los vivos.
Maestría con el lenguaje, especialmente en los primeros capítulos, donde cada frase está calculada desde su sintaxis y poeticidad para lograr ese mundo espectral sin obviar el realismo de las acciones. Un ritmo pausado, conciso, va desplegando todo un discurso sobre la necesidad de la memoria. El azar paradójicamente establece una conexión entre personajes, una conexión motivada por la necesidad de revelar la severa crueldad que significa el silencio de las víctimas.
Enhorabuena, Manuel.
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