La nueva novela juvenil de Luis Leante, Huye sin mirar atrás, publicada por Edebé, es el relato de una experiencia personal en la que su protagonista ha de enfrentarse a las duras pruebas del destino. Se trata sin duda de un previsible argumento al que el autor murciano dota, sin embargo, de un aura cinematográfica que convierte lo manido en un acontecimiento narrativo novedoso y flamante en sus primeras páginas.
La desaparición del padre, un huésped que oculta una biografía inquietante, las amistades difíciles de la adolescencia, los enamoramientos y la persecución del mal son algunos de los temas que desarrolla esta novela, sin hacer concesiones a lo políticamente correcto, como acostumbran muchas novelas juveniles.
Si bien es cierto que la novela promete mucho al inicio y luego parece desinflarse lentamente en el desarrollo de la trama, el escritor de Cárceles imaginarias no cae en el error de ese buenismo recurrente en la lectura para adolescentes, sino que, inspirado en tramas cinematográficas reconocibles, Leante busca la consistencia de una historia en la que el joven protagonista se ve forzado a madurar de forma prematura, sopreponiéndose a los envites repentinos de la vida.
Tintes de road movie e influencias de cintas como Un mundo perfecto o Cuenta conmigo están presentes en el texto, pues la orfandad y la necesidad de huir a otro lugar para empezar de nuevo se convierten en el rito iniciático de un muchacho que necesita de la pertenencia al grupo y de las relaciones afectivas para ir construyendo su propia identidad.
Huye sin mirar atrás es un relato en primera persona que intenta explicar cómo se despierta a la adolescencia y cómo finalmente se deja atrás para afrontar la incertidumbre de ser adulto. Las peleas, el crimen, las leyendas que rodean al padre ausente, la soledad personal, el aprendizaje a través de los instintos, por ejemplo, se combinan con un lenguaje espontáneo, lleno de anécdotas, de escaso lirismo, que dota de verosimilitud a la voz de un escritor en ciernes, que nos cuenta una parte indeleble de su vida.
Como manifiesta el protagonista al final del libro con acierto, la vida es un viaje intrépido y la rebeldía es un acto de reconciliación con uno mismo después de todo. Y ese mensaje tan duro e hipnótico es el que permanece en la novela: "Mejor no pensarlo. Eso forma parte del futuro, y el futuro está aún por escribir".
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