viernes, 9 de diciembre de 2016

Pepo Paz y Anaya Touring presentan una guía para observar los cielos en España


Portada de la guía./ Anaya

Si por algo sorprenden los trabajos que está editando Anaya Touring estos últimos años, es por haber hecho de la guía turística un género independiente, un género literario. ¿Por qué no decirlo? No exagero al manifestar que, en el caso de Pepo Paz, Los mejores destinos para observar los cielos en España es un trabajo inspirado e inspirador.

Lejos de este juego de palabras, Paz se atreve a buscar aquellos lugares y rincones de nuestra geografía que son motivo de la contemplación, de la introspección personal y de la dedicación de científicos y artistas. No se trata meramente de describir lugares turísticos, sino de dar un paso más allá de la convención que este tipo de textos expositivos y divulgativos ofrece habitualmente.
El cielo, la vegetación, la niebla, matices de luz, las estrellas o el silencio se convierten en criterios de selección para describir esos lugares de retiro, de búsqueda personal, de íntima extinción de uno mismo, pues el viajero encuentra evidencias de esa naturaleza adánica y primigenia, lugares que se atribuyen a los dioses y donde las leyendas fluyen por sí mismas, sin necesidad de intermediarios; parajes protegidos y otros que surgen de la suspicacia y la indagación de Pepo Paz.
Lo que se desprende de los textos y de los títulos que encabezan cada sección, cada lugar, cada motivo, es que el encandilamiento, la atracción y la necesidad de búsqueda pueden convertir un viaje por España en una clase de rito iniciático donde el mundo no se enseña, sino que se muestra. Por esta razón, la obra de Pepo Paz transciende la mera guía turística informativa.
Este libro una reflexión personal y colectiva sobre lo convulso, lo agreste, lo astral, lo inabarcable de los espacios: cualidades y matices que definen la propia naturaleza. Pena Trevinca, en Ourense, o el Observatorio Astronómico El Castillo, en Soria, son algunos de los lugares que destacaría en este libro por ese valor chamánico y espiritual que albergan. Lo que conmueve es esa expresión de lo esencial en la compleja geografía que se describe y, con lo esencial, me refiero al tema que inspira la selección de ese lugar, sin tiempo, sin memoria, siendo consciente de que estuvo allí antes del hombre y lo estará después de nuestra desaparición.
Los pájaros, las estrellas o la sal de las Salinas de Santa Pola, por ejemplo, invocan su propia representación hipnótica, relevante, silenciosa y sumida en otra representación, aquella que surge de la experiencia y de la sensibilidad de Pepo Paz, quien logra que los paisajes, sus fotografías y comentarios formen parte de ese libro incesante, como diría Borges, que no es otro que el Universo.

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