Kalandraka publica Cepillo, de Pere Calders y Carme Solé Vendrell, un cuento que vuelve a incidir sobre las posibilidades creativas de la fantasía durante la infancia. Premio Lazarillo y Premio Serra ´Or en 1981, la obra es un tributo a la ingenuidad y a la inocencia de un niño que acaba quijotizando a toda su familia al hacerles creer que un cepillo puede ser un perfecto animal de compañía.
Sin duda, la obra es una fábula sobre la soledad. La soledad del niño implica la estimulación de la imaginación y así sucede que el protagonista se ve involucrado junto a toda su familia en ese juego de interacción con lo imaginario donde el acto de crear es un mal necesario para distanciarnos de la realidad que no aceptamos.
Ese carácter distópico que introduce esta obra de Kalandraka nos aproxima a una realidad social y familiar que lectores de todas las edades identifican, porque les resulta más que certera esa necesidad de crear desde la nada sin otro fin que pasar el tiempo, que superar la soledad para que un niño cobre el protagonismo que merece dentro de la familia.
Una prosa sencilla dentro de una historia lineal parece que no puede dar mucho de sí, pero, en el caso de Cepillo, esa secuenciación está cargada de lirismo y de ecos surrealistas que superan la rigidez de una historia predecible. Cepillo nos recuerda esas historias grises y, sin embargo, hilvanadas desde la poesía oral, desde una evasión hacia una realidad alternativa para afrontar los estragos del presente.
Cepillo no está exento de ese trasfondo nostálgico de algunas historias de Aldecoa o Ana María Matute donde la inocencia se mezcla con la severidad de un presente anodino y carente de luz, personajes auténticos marcados por una cualidad mágica para sobrellevar la odiosa rutina que los margina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu Opinión es Importante, Deja Tu Comentario: