Deja que nos abracemos y que el sol castigue nuestras venas. La sangre de serpiente nos corroe y el hambre de los árboles es impía. Tu madre jugaba con mi padre a los médicos y los coches se lanzaban al vacío en busca de las estrellas fugaces. Dame tu mano primero y comprobarás que no soy el leopardo al que temes ni el sueño oscuro donde un barquero te acaricia los párbados.
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