Leo un poema de Concha García y ...: "He oteado el porvenir y la sala,/ también el solar donde me ubico./ No hay montañas, ni las deseo./ Qué insólito lugar para existir,/ cuando alguien comienza a idealizar/ es que ha perdido un broche./ Le llamo broche/ a la inscripción en oro de una cumbre". Logro emocionarme como si hubiese vivido una eternidad y mirase hacia atrás con la certeza de que fui feliz en algunos lugares a los que no volveré.
La felicidad no existe. Existe esa sensación de engaño, un momentáneo alivio donde algunos recuerdos nos desplazan hacia lugares transformados, inexactos, siempre asociados a la infancia, y allí descubrimos desde nuestra presente qué mortales somos.
El recuerdo y el engaño son tan reales como la propia experiencia; pertenecen a este mundo en continua construcción. No hay palabras que puedan representar esa ansiedad que nos hunde en tanta perplejidad, como si lo que ahora vivimos fuese una resonancia de aquella cumbre, una oportunidad perdida de vivir con intensa evocación lo que en este momento nos parece rutinario y acabado.
Fotografía de Jose Herrero. |
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