Pablo Iglesias. |
No me considero devoto del discurso político de Podemos, pero he de reconocer que, tras sus últimas entrevistas y después de seguir su trayectoria televisiva estos últimos años, Pablo Iglesias es el único político que maneja un discurso elaborado, complejo, con análisis de conceptos y profundidad en sus conclusiones.
Por primera vez, a diferencia de líderes del PP y PSOE que llevan bastante tiempo repitiendo un lenguaje lleno de tópicos y edulcorado hasta la médula, los representantes de Podemos introducen un argot marxista, unas deducciones sistemáticas que ponen en evidencia la corrupción del sistema, dando altura a los programas de tertulia política en este país. Podrás o no comulgar con ellos, pero los periodistas son otra cosa cuando ellos aparecen en pantalla. Dejan de ser palmeros del amarillismo del PSOE y el PP para bregar con un nivel intelectual alto, analizando los entresijos de un programa, el de Podemos, con más sombras que luces. Algo que no sucede con el resto de los programas de otros partidos, que ni se les busca, ni se les encuentra.
No simpatizo con las políticas económicas que propone Podemos, pero me gusta escuchar a Pablo Iglesias porque hay carácter, semántica, propiedad en su discurso, una base filosófica inspirada en el marxismo y en las doctrinas posteriores de Bauman. Maneja las palabras desde el lenguaje de una izquierda con sentido lingüístico, como reivindica Habermas, lejos de espacios comunes y de conceptos vacíos de significado cultural. Podemos sabe que el lenguaje de IU y PSOE está viciado y, para cambiar el mundo, es necesario que las palabras recuperen su sentido literal, su procedencia histórica, el porqué de su surgimiento y de su utilización y, aunque a veces suene a casposo y a desfasado, los prefiero a ellos que al silencio de Rajoy o al discurso enfático, pero sin materia, de Pedro Sánchez.
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