Pablo Iglesias. |
Entro en un FNAC y, en la sección de libros, encuentro títulos de los dirigentes de Podemos. No me defrauda el asunto, pero veo que la propuesta electoral de Pablo Iglesias no debe ser demasiado peligrosa si los lobbies editoriales consienten en publicarla. Eso sí, algunos periodistas de la llamada casta están de psiquiatra, pues se han convertido en inquisidores personales de un partido que se presenta legítimamente a las elecciones generales. Nunca había visto tal cosa en la historia mediática de nuestro país.
Sin embargo, el capitalismo tiene ese virtuosismo homicida de convertir la rebeldía y la marginalidad en la gallina de los huevos de oro y ahora el perfil de Pablo Iglesias aparece en numerosas portadas de libros cerca de la estantería donde se encuentran las recetas de la madre de Jesulín y la nueva novela de Boris Izaguirre. Lo que me preocupa es que al final importa la marca, venga de donde vega, y quizá la debalcle de Podemos no se encuentre en la ineficacia de sus propuestas, sino en dejar que los lobbies del marketing y del escaparatismo conviertan a este líder en una star film que genera mucho dinero, pero que a la larga cansa como los Auryn y los Alboranes. Lo que no sé cuánto tardaré en tener una camiseta de Pablo Iglesias y una aplicación para móviles. Ya se verá con qué se hace esto último. Pero hay informáticos que están dale que dale.
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