Microrrelato en Mundiario.
Elena Anaya. |
Que seas mi amor confuso y adictivo por siempre, Alice. Que nada merezca tanto la pena como la ausencia que me provoca esa perturbación que necesito tanto para escribir. Que tus facciones no sean más que el reflejo violento de la vida que emerge para mí, irracional, visiblemente afectada por la luz y las aguas donde nos sumergimos.
Qué esperas y qué no esperas. Los tiempos se agotan y mi mano roza una sombra de la tuya, porque, hace rato que te levantaste y giró toda la claridad envolvente hacia una oscuridad que alguna vez he soñado. Y mientras preparas el café, presiento que un día, cualquier día, el acero me extraerá de esa realidad sobrecogedora y no despertaré más junto a ti. Y, aunque alrededor sea todo leve, echarás de menos la vestimenta sombría, mis píldoras para dormir, una antología de Sylvia Plath que me regalaste en un viaje a Agde. Todo te será extraño, pero también será tan adictivo como mi amor confuso.
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