Arde Cosmópolis y, bajo la ceniza que aparece, las mujeres devoran a los jóvenes mancebos. Las viudas se disfrazan de comadrejas y atraviesan el fuego. En los burdeles de piel de pástico, las adictas a la silicona respiran vapores de eucalipto. El amante saca el revólver y apunta a sus piernas. Los coches arrancan desde la escombrera y siguen a la muchedumbre que se arroja lentamente por los acantilados.
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