Mi artículo en Mundiario sobre las influencias estéticas que provienen de la literatura.
Iceberg en la Antártida. |
En junio de 2008, el director de El silencio de los corderos, Jonathan Demme, entrevistó a otro gran cineasta como es Werner Herzog. Entre muchos de los aspectos que se trataron en aquella sala del MOMA, llamó mi atención que Herzog asegurara que todas sus influencias estéticas provenían de la literatura.
Con motivo del estreno de su documental sobre la Antártida, Encuentros en el fin del mundo, el director alemán hizo referencia a las Geórgicas, de Virgilio, como fuente nutricia de esa necesidad de buscar los orígenes del hombre en la vastedad de un territorio como el continente de hielo. Esta anécdota no deja de sobrecogerme pues vincula necesariamente la visión estimulante y poética de un artista como Herzog con esa celebración dichosa que el poeta romano manifiesta en sus versos, donde la labranza, la apicultura, la recolección y la siembra son actividades humanas que nos reconcilian con los dioses.
El terreno blanco, inhóspito y agreste de la Antártida no deja de ser una metáfora de lo inefable, de lo insignificante que somos en esta superficie terrestre, pese a nuestros progresos. La poesía de Virgilo deja claro que el hombre le debe a la tierra todo, que la domesticación y la agricultura son acciones que nos han permitido subsistir y que milagrosamente la palabra y la imagen existen para agradecer a esa vastedad, a esa inabarcable extensión de lo terrestre y lo marino, la belleza de todo cuanto contemplamos, de todo cuanto destruimos.
Aquí refiero algunos versos de Virgilio a modo de tributo a ese trabajo de Herzog que profundiza en la suntuosidad de las simas, la cual, como la propia escritura, aún nos resulta inaccesible: "También los árboles frutales tan pronto como sienten el vigor de sus troncos y poseen fuerzas propias se estiran rápidamente por su impulso hacia las estrellas y no precisan nuestro concurso. Del mismo modo se cargan de fruto entretanto los bosques y los escondrijos naturales de los pájaros enrojecen con bayas sangrientas" (pág. 115, de Géorgicas, Madrid; Alianza Editorial; 2003).
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