Los débiles nos miran con la saña del perro incendiario. Bebemos té y gasolina a las afueras del antojo. Las algas han devorado los muebles de ese burdel lanceolado donde las madres juzgaban a sus hijas por promiscuas sirvientas del Señor Opio. Los enanos amarillos no saben contar, pero los cocodrilos que caminan erguidos aprendieron mucho del latín imperial, el invencible y más poético.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu Opinión es Importante, Deja Tu Comentario: