Encuentros en el fin del mundo, de Werner Herzog. |
El hecho de indagar en los fondos de los océanos helados gracias a la cámara de Werner Herzog me conduce inexorablemente a reflexionar por un instante en una analogía que me obsesiona. Rastrear lo insondable, la profundidad, el silencio, la inconsciencia de las formas de vida que rebullen bajo el hielo es una analogía de la propia búsqueda de la palabra exacta. Y esa búsqueda del signo que nos aproxima a la imagen literaria puede ser destructiva.
Lo he contemplado en los ojos de algunas estatuas, en la mezcla de escandalosos colores, en la atmósfera de sonidos y coros que acompañan mi vida. Las palabras concluyen, mueren bajo su precisión y el mundo desbordante permanece en el hundimiento, en la fosa, y nuestra mirada es la endeble luz que acierta con su existencia. Solamente deseo que alguna vez algunas de estas metáforas, algunas imágenes que construyo en mis obras, algunos textos inacabados acaben por inundar la imaginación de otro. Mi travesía habrá concluido y la deriva del iceberg habrá tenido sentido; el sentido que no tienen esas palabras que apenas concretan la acción, la belleza de tanta naturaleza sometida a la fragilidad de nuestros sentidos.
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