Foto de Annie Leibovitz. |
Eres la oscuridad que necesito para amar lo que temo y ahora que esta noche se bifurca hacia la estrella blanca, no ceso de escribir los mismos versos de Sacerio-Garí: "Las balas se cruzan, arde el fuego en la frente cruzada de medialuna. Y las mansiones impasibles se llenan de colmillos y de sacos de oro...y nadie sabe qué lado de los dados le toca a la familia". He extirpado de tu corazón el escarabajo plateado y tu delgada figura se ha desvanecido como expansión del humo.
No construyas más mundos de esas lecturas que dejas a veces a medias. Yo he necesitado acudir a la Meca para conseguir los psicotrópicos que luchan contra la ceguera blanca. La realidad se ha agotado en el lienzo y lo que buscas más allá de la percepción se esconde en las palabras "ruina" y "latencia". Deja que el lenguaje te posea y que la sombra de tu sombra regrese a mi cuerpo como una bendita exhalación. No esperes a otros maestros. El viaducto los ha arrastrado a su mugriento abismo de abandono. Regreso a un poema de Sacerio-Garí: "Niños y niñas, mortajas blancas sobre los hombros vivos, la vida vuelve a las ventanas y las calles recién barridas oyen una elegía funeral". Las serpientes siempre tienen los párpados cerrados, recuérdalo.
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Nota: Versos extraídos del poemario "Para llegar a la Habana", de Enrique Sacerio-Garí, en Bartleby Editores.
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