No temo la violencia. La realidad es demasiado sobrecogedora para permanecer siempre aquí, en la luz que crepita más allá de las llamas. No quiero conocerte profundamente. No quiero arrepentirme, ni sentir la lástima del animal noble que pierde a su amo y deambula enloquecido por los caminos de herradura. Hemos sido visibles en un tiempo donde todavía el cerco de oscuridad era pleno y los ojos que nos acusaban pertenecían a viejos amigos. La luz que llegó a reconocerme en ti también alumbró a los hombres buenos del pasado. No exclames. Ni pienses. Deja que las cuerdas se tensen y que el animal de fondo recoja las miserias de ese cerco. Anúnciame cuando no exista y, si alguien gira la cabeza, para comprobar mi ausencia, dispara, sencillamente dispara y disfruta del eco. Es mejor escribir desde el odio para no morir en la sombra que erosiona cada palabra que sigue a otra.
Fotografía de Steven Meisel. |
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