Las luciérnagas mueren en los caminos arenosos. La noche se hunde en las pozas. Hemos amado a los hambrientos y a los iniciadores de esta memoria. Alguien comenzó a escribirla en la tierra, a elegir cada palabra para que resplandeciera en la oscuridad. Las aguas han comenzado a arrasar el paisaje que ha iniciado el escritor. Los hielos descienden por la pendiente y los pájaros rebullen en los árboles constantes. La brisa caliente reaparece cerca de los espinos. Hay desaparecidos que retornan a las casas y lobos que aguardan su hora temida.
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