Publicado en Bartleby, Martínez Serra elabora un tratado sobre la violencia donde la sutilidad y el ornamento no están reñidos con la dureza expresionista de estos pasajes que refieren breves historias humanas y míticas.
Carencias es formalmente un discurso ecléctico entre narración y poesía, una forma heterodoxa de concebir al hombre y al mito como representaciones de un solo instinto que conduce inexorablemente a la extinción. La muerte es la consumación de un progreso natural que el poeta advierte dentro de la propia necesidad de ser, de vivir, de habitar con los otros: “Una jauría de perros electos azuza con el ladrido adiestrado y, como en una montería, nos entrega a los afamados tiradores” (pág. 59).
Retazos costumbristas se unen a una visión órfica del paisaje, a una voluntad de crear un lenguaje sonoro, vibrátil, que recuerda a la recelosa serenidad de Rulfo. El acierto es que Martínez Serra es consciente de que la existencia también es el altercado, la impureza, el desapego por necesidad, la carencia.
Los ausentes, los ahogados, el hijo crucificado, el Dios del Antiguo Testamento, el éxodo, por ejemplo, son algunos trasuntos metafóricos que expresan esa aflicción silenciosa ante el dominio de la destrucción y la muerte, ante la sonoridad estentórea del instante de fulminación para luego regresar a la quietud del paisaje, al estatismo terrible que se produce tras la vorágine de un universo en constante movimiento: “El índice de Dios. Su uña rasgó la placenta del universo y la hemorragia de constelaciones fue, al principio, incontrolable” (pág. 90).
Lo que sobrecoge es esa reducibilidad de la muerte en sí misma y que el poeta lo explore a veces como un umbral, otras veces como un acabamiento. Sin duda, esta obra de Martínez Serra huye de modas y corrientes de experiencias personales para indagar en la mismidad de la existencia, buscando una justificación a aquello que desgraciadamente no lo tiene: ” La compasión es un acto de humildad, nunca de generosidad. Solo si te dejas acoger por el abrazo del caído tu impulso servirá para levantarlo”. (pág. 119).
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